Las imágenes, sonidos e historias nos conmueven y nos recuerdan nuestra finitud y toda nuestras potencialidades humanas.

 

Traigo a tus pies la suave ofrenda de mi libro, que deposito  en ellos, como el mas sútil perfume de mi inspiración.

                                                                                                                                                                                                                                 Teresa Wilms Montt

 

 

DAWSON’S CREEK: UNA DE LAS SERIES QUE IRRUMPIÓ EN EL ESPECTRO TELEVISIVO DE LOS 2000s.

Marta Lopera-Mármol

https://www.youtube.com/watch?v=3B_5i6TMgLY&t=81s

 
 

Antes de empezar a relatar mi relación con Dawson’s Creek (en español, Dawson Crece), os voy a ser totalmente transparente. Esta serie la he visto dos veces; a los 16 años (a escondidas de mis padres) y diez años después, a los 26 cuando estuvo disponible en Netflix. En ningún caso fue el año en que la estrenaron, en mi defensa diré que cuando el exitoso programa de WB se estrenó (el martes 20 de enero de 1998), registrando un récord de 6,8 millones de espectadores, yo apenas había cumplido los cuatro años.

Recuerdo que la primera vez que la vi, (a escondidas) me desconcertó positivamente, no por sus míticos opening credits de Paula Cole, “I don’t want to wait”, sino porque fue pionera en tratar temas que eran delicados y complejos a finales de los 90 e inicios de los 2000. A pesar de huir de las polémicas estériles y no hacer uso de guiones que trataran temas complicados, tampoco rehuía de algunas tramas que entraban de lleno en los debates de la época tales como: la homosexualidad, con personajes como el de Jack McPhee (Kerr Smith), que fue probablemente uno de los personajes más relevantes de la época, adicciones, relaciones poli amorosas, relaciones interraciales, el consentimiento en las relaciones sexo afectivas, entre otras. El tratamiento de todas estas cuestiones dejó un recuerdo memorable y encantador. 

Al poco tiempo de cumplir mis 26, un colega me mencionó de nuevo la serie, y apenas recordaba la trama, pero sí el sabor dulce que ésta me había dejado. En mi mente, tenía presente el triángulo amoroso de Pacey-Dawson-Joey, pero ni siquiera sabía quién acababa con quién (y lo más importante, quién quería yo que acabará con quién). Sin embargo, recordaba nítidamente la escena del vídeo. En ella, Jen Lindley (Michelle Williams)-quién fue la encargada de dar vida al personaje con más aristas (adicciones, abuso sexual, y delitos) de todos los que poblaban la ficción, e incluso, se tuvo que enfrentar con un final cargado de moralina que anticipó su salida de la serie. Recordémosla bajando del taxi amarillo claramente neoyorquino para presentárnosla bajo una clara male gaze, en el pequeño pueblo ficticio de Capeside, donde Joey Potter (Katie Holmes), Pacey Witter (Joshua Jackson) y Dawson Leery (James Van Der Beek) – fanático de Spielberg – grababan uno de los films de éste para un concurso.

Ese recordatorio despertó mi curiosidad, así que decidí volver a verla. Mi creciente interés personal y laboral por los estudios televisivos, y concretamente por las series me predispuso a verla desde una perspectiva más crítica. Esperaba ver los típicos dramas de adolescentes -llenos de teen angst-, como Beverly Hills 90210 (FOX, 1990-2000), Melrose Place (FOX, 1992-1999) o 7th Heaven (The WB, 1996–2006). No obstante, Dawson’s Creek me asombró. Claramente, aunque seguía el patrón de los años 80 y 90, introduciendo uno de los pocos triángulos amorosos en la historia televisiva, tan bien ejecutado que duró tres temporadas completas y parte de toda la sexta, sin aburrir a la audiencia, todo lo contrario, atrayéndola; volvió a fascinarme. No tanto por las idas y venidas del triángulo amoroso -que claramente queríamos que fuera Pacey-, sino ver el cambio de Joey Potter, que aunque mantenía mucho de las características tóxicas del prototipo Girl Next Door, su personaje había pasado de ser una buena estudiante, tranquila y tímida, que seguía a Dawson como un cachorrito triste, a ser una joven independiente que tomaba decisiones por sí misma, y que dejaba de ver a las mujeres como competencia (recordemos la rivalidad entre Jen y Joey en las tres primeras temporadas) para verlas como aliadas, siendo uno de los mayores apoyos de Jen y Audrey Liddell (su amiga excéntrica de la universidad). Además, la serie se acercó al mundo adolescente de una manera insólita. Fue una de las primeras series orientadas a los adultos jóvenes, por no decir la primera, que huía de estridencias, sensacionalismos y protagonistas con los que podía costar llegar a empatizar, todos ellos tenían rasgos positivos y negativos, y un vocabulario que no ridiculizaba al adolescente-a veces incluso pecaba de posicionarlos en un mundo adulto-, a la vez que trataba traumas familiares complejos: perdidas parentales, padres ex reclusos, divorcios, infidelidades, etc. 

Finalmente, conviene destacar que si bien no es una obra maestra como lo puede ser Twin Peaks (ABC y Showtime,1990-2017), Seinfeld (NBC, 1989-1998), The X-Files (FOX, 1993-2018), etc. Si es una importante representación en el contexto televisivo de la época, y a pesar de que puede que no haya envejecido de la mejor manera, si nos ponemos las gafas del Political Correctness -toxicidades en las relaciones, personajes femeninos estereotipados y con una clara male gaze– es una serie entretenida, con un reparto envidiable y una historia memorable.