ROSER BRU
Adela Bork Vega
…Era el otoño del año dos mil diecinueve…y me encontré buscando el Taller 99 en algunas calles que no conocía en Santiago…ciudad metrópoli de nuestro país. Hace algún tiempo tenía el interés de conocer ese espacio físico que era un lugar compartido de algunos de nuestros artistas que han creado y querido testimoniar a través de sus trabajos, sus vínculos con el tiempo social, con los acontecimientos y sus compromisos con esta historia que se va tejiendo plena de contradicciones y que oscila entre cierres y posibilidades.
Llegar al Taller 99, tiene algo de aquello que nos regala la vida…la simplicidad de ser una casa parecida al entorno en el cual se encuentra ubicada…pero a la vez, desde el ingreso hay un aire distinto, una respiración que se aquieta por el sosiego producido al recorrer el taller, los espacios de luminosidad y sombra que van configurando el estar allí. Hay un patio central, con un enorme y frondoso árbol que entrega al mismo tiempo, el enraizamiento y la elevación…ese patio central permite conectar los lugares de trabajo y aquellos en los cuales se contienen y se permiten apreciar los trabajos artísticos.
Mi búsqueda era lograr apreciar –si eso fuese posible-, algunos de los trabajos de Roser Bru…hace algún tiempo me venía interesando por sus creaciones, colores y texturas en los cuales esta mujer destacada nos brindaba una mirada, una observación significativa y aguda…un ángulo que compartía y nos ofrecía por lo mismo, revisar nuestras miradas, nos facilitaba advertir desde otros lugares que nuestra vista y nuestros ojos en muchos ocasiones se desplazan de forma mecánica y no logran apreciar los intersticios que otorgan los pliegues que no queremos desplegar.
Fue un tiempo imposible de mensurar en el cual me quede admirando una y otra vez, algunos de los trabajos de Roser…esas líneas que van configurando lo que desea compartir…esos trazos que nos indican tiempos diferentes y los movimientos que adquieren rostros, objetos y situaciones….esa pequeña fracción de tiempo en el cual una percibe una conexión con la obra finalizada, pero que por momentos uno le toma el peso al momento en el cual se fue imaginando, fraguando y concretando.
Los trabajos de Roser facilitan en alguna parte ese recorrido mental por el itinerario que esta mujer desplegó en nuestro país…una imagina el propio viaje que tuvo que enfrentar de joven, su llegada a Chile, en una contingencia crítica, en un tiempo complejo entre el fin de la guerra civil española y el inicio de la segunda guerra mundial. Ese largo y prolongado viaje en el Winnipeg…barco en el cual venían igualmente exiliados, individuos no conocidos y también hombres y mujeres que posteriormente destacarían por sus obras y aportes en diversas expresiones artísticas, intelectuales y en variados oficios…la belleza de encontrarse con el diferente.
Ese momento que estuve en el Taller 99, formule algunas preguntas que de forma generosa, me pudieron esclarecer. En el relato me indicaron que de tiempo en tiempo Roser acudía, recorría las salas, animaba a la nuevas generaciones de artistas y también hacía pausas…descansaba en ese jardín en donde ese magnífico árbol conectaba universos distintos. El Taller 99 estaba impregnado de ese ánimo de esa mujer creadora, alegre y con esa decisión de compartir aquello que la mantuvo con vitalidad, producir aquello que expresara lo público, elaborar bienes que reflejen esa dimensión de la vida social.
Algunas de estas expresiones de vínculo y encuentro, es aquel mural realizado en el año sesenta y dos en el Liceo de Coronel, en el cual trasunta de manera delicada ese interés y aporte que favorece la dimensión de lo público. En este caso, el mural que recibe y acoge el universo juvenil, proyectándolo, posibilitándolo. De la misma forma, los trabajos que entre lo difuminado y claro, muestran algunos oficios sostenidos por las mujeres chilenas a través del tiempo (Oda a una lavandera nocturna; Oda para planchar). De manera amorosa y sutil, los trabajos que establecen la relación de la mujer con la niñez, como también con sus relaciones de pareja (Oda a los nacimientos; Oda al secreto amor). En alguna parte, esas expresiones artísticas visibilizaron el trabajo de las mujeres trabajadoras, obreras y campesinas que posteriormente fue traducido con la categoría “jefas de hogar”.
Su interés por lo público se plasmó de la misma forma, al integrar colectivos de trabajo junto a otros individuos, grupos de artistas o de otros horizontes motivados por unir, aún en la dificultad y contradicción, la vida y sensibilidad individual y el interés por lo público. La dimensión e interés por la vida política que entrega Roser, siempre fue una decisión constante y de deliberación sistemática.
Ese otoño lo aquilató de forma especial y lo recordaré siempre, me produjo una sensación de un estar siendo muy vital, lo cual me otorgó una reserva de sentido para el siguiente otoño de dos mil veinte…gris y sombrío por las pérdidas dejadas por el Covid-19…con altos grados de desasosiego por lo incierto de aquello que nos envolvía, sin poder modificar ni contener.
El siguiente otoño, es decir, este año dos mil veintiuno…sólo nos queda constatar la partida de esta espléndida mujer…el veinte y seis de mayo emprende su gran viaje sin retorno…su partida además de sentirla, nos moviliza a seguir identificando sus trabajos y como éstos fueron un aporte sustantivo para comunicar ese vínculo que nunca desunió…la filigrana entre las sensibilidades del mundo de la vida y la pertenencia a un tiempo social…la elaboración traducida en trazos finos y firmes, entre lo contingente que le inquietaba y conmovía y los significados posibles de ser traducidos en un lenguaje estético y ético a la vez. La posibilidad de tejer nuestra biografía e inscribirla a los movimientos de la historia social…desplegar nuestra historicidad.
La partida de Roser, nos posibilita aquilatar que hay individuos que por su estar en el mundo, fueron próximos, fueron queridos…aunque no hayamos tenido oportunidad de encontrarnos de manera física, aunque no los hayamos conocidos…se modifica la palabra y se resigna el significado, hay quienes que no siendo cercanos físicamente, tienen sentido para nuestras existencias…vale la pena hacer pausa y ponerlo en valor.
Tengo certeza que volver al Taller 99 no será lo mismo, sin embargo, espero que prontamente en esta primavera que ya se anuncia, pueda regresar y volver a sentir la belleza del lugar, la presencia de Roser Bru, quien por su talante no abandona aquello que colaboró en forjar…
Desde la región de Valparaíso, en este lunes trece de septiembre, del año dos mil veintiuno.