11 años, todo el día pegado a la radio.

Pablo Ramírez Rivas

 

Era 1984. Hacía ya tres años que vivía en el campo, en la sierra, al interior del estado de Río de Janeiro, en las cercanías de Teresópolis. No había electricidad. No había tele. No había casi gente. Sólo lámparas a gas y velas para la noche, libros -muchos libros-, una naturaleza salvaje y verde como sólo hay en Brasil y su bandera, insectos extrañísimos, exóticos y gigantes; y una radio a pilas que me prestaba mi papá.

En mi 1984 los días pasaban lentos. Calculo que, como mínimo, una jornada duraba unas 18 horas y las noches otras 18. Los días eran calurosos, húmedos y parsimoniosos. Había tiempo para todo: estudiar, leer, jugar, salir a explorar la selva, huir de serpientes y “marimbondos”, aburrirse por horas. Y escuchar radio. Después de tres años en aquellas tierras ya podía hablar y comprender el portugués de la zona. Costó un poco al inicio, pero de niño uno aprende rápido. Eso decían los adultos. Éramos con mi hermano y hermana la prueba viviente de eso. Así que radio podía escuchar perfectamente.

La radio era la conexión con el mundo exterior. En las noches mi padre escuchaba Radio Moscú. Durante el día, y haciendo un uso abusivo de mi primogenitura, me apropiaba de la radio. No sé muy bien cuándo ni cómo, pero también llegó a mis manos un cassette. Con esos dos elementos me pasaba gran parte del día… radio, grabar canciones, aburrirse, leer, volver a aburrirse, volver a la radio… esperar el momento justo de apretar el rec y el stop… ese kairós difícil de encontrar pero para el cual se desarrollaba una habilidad que sólo el entrenamiento arduo y la disciplina heredada de la rigurosidad de la crianza podía dar. Porque tener una canción grabada con la voz del locutor era algo que no podía ser admitido.

Sonaba Sonífera ilha de Titãs, la cual hablaba de una pequeña radio a pilas que ayudaba a pasar penas de amor. Yo no las tenía de estas, sino de otras, pero servía igual. Pensaba que ese lugar en el que vivía era una isla somnífera. Calurosa y mareante. Aún llevo en la piel y en el olfato la sensación de ese sopor húmedo de la “mata atlântica” al que, finalmente, me acostumbré yendo, incluso, en contra de mi naturaleza santiaguina de niño nacido a inicio de los 70’s: frío, lluvias, tardes frescas, calor poco y seco.

Cuántas veces no grabé Como eu quero de Kid Abelha. Otra canción romántica. No sabía nada de romanticismo yo. Pero la canción hablaba de unos solos de guitarra. Y así es como fantaseaba con aprender a tocar guitarra, cosa que no sucedió sino hasta 1986, en São Paulo, bajo otras condiciones que ameritan otra play list. Como sea, la fantasía se volvió una forma de sobrevivencia para mis 10 u 11 años de aquel entonces. Con el tiempo, los miedos infantiles dieron lugar a las fantasías adolescentes (que son más aterradoras que los primeros).

De esas fantasías una era la de los anteojos… no los usaba, no los necesitaba, pero pensaba que podían serme útiles porque podría parecer un niño más inteligente con ellos puestos. Y así es como Óculos de Paralamas do Sucesso me dio materia para fundamentar mi fantasía. Aunque no tenga como probarlo hoy, mi idea de los anteojos y toda la protección que ellos podían darme para ser descubierto por una linda garota se me ocurrió antes que a los Paralamas. Pero de seguro esto es imposible de probar y de creer. Pero así es. Así fue.

Entre fantasías, calores sofocantes y húmedos, selvas y tardes de radio, llegué a mi primera experiencia carnavalesca. El desfile de las escuelas de samba de Teresópolis (fuimos a la ciudad a ver la fiesta) fue brutal. Me recuerdo que en tercero básico tuve mi primera polola. Elizabeth se llamaba, una compañerita de curso. Tanto tiempo en el campo escuchando radio y canciones brasileñas me habían preparado para eso. Y ella desfilaría en una de las escuelas. Me pasé como 5 horas viendo pasar las escuelas sambando para ver si la veía. No la vi. Pero no importó porque para el carnaval me había preparado ya Chico Buarque con su Vai passar. No calibré la profundidad y densidad de esa letra en ese entonces. Sólo la cuica y la batucada, los panderos y el ritmo hipnotizante me llenaban la imaginación de Elizabeth desfilando y sambando. Y así construí intelectual y rítmicamente mi primer beso.

Y cuando me ponía rebelde, interiormente hablando, claro está, escuchaba Inútil de Ultraje a Rigor. Es porque experimentaba los primeros límites de la no-infancia… ese solo de guitarra lo gesticulaba yo de la manera más salvaje que podía. Fueron mis primeras incursiones existencialistas en torno a la inutilidad de todo y, a la vez (y por ello mismo), la importancia de todo.

Se aproximaba el tiempo del fin. Después de dos años en el campo desconectados de todo y todos, nos mudaríamos a la ciudad porque era más cómodo. Porque el colegio quedaría más cerca (y no tendría que viajar en micro 60 km de ida y 60 km de vuelta cada día). Porque estaríamos más cómodos. Cuando llevábamos las cosas de la mudanza en la vieja Volkswagen Variant roja sonaba Caminhoneiro de Roberto Carlos. Me causó gracia que sonara eso justo cuando íbamos por carretera viajando y se nos cruzaban camiones tales como los de la canción. Se asentaba mi naturaleza vagabunda que me ha acompañado hasta el día de hoy. No he pintado en el “parachoque” el nombre suyo -tampoco un corazón-, pero hoy viajo por carreteras y a cada camión que veo recuerdo aquel momento. Fue cuando se me hizo patente que soy hijo de una tierra en la que nunca nací y que la itinerancia era lo que me conformaba en yo.

La radio a pilas me acompañó a la ciudad (eran ocho o dieciséis pilas, no recuerdo bien ese detalle, de las grandes, una brutalidad). Pero ahora podía conectarla a la corriente. Primera vez que viviría en un departamento. Además, me había hecho de dos cassettes más para grabar, lo que aumentaba el margen de acción (más bien, de grabación). La primera canción que grabé en el departamento fue Bete Balanço de Barão Vermelho. Soñé con la sensual Bete cientos de veces y siempre la seguí buscando (la encontraría decenas de veces en el futuro, ese que ahora es mi pasado). Al punto que sólo Fixação de Kid Abelha pueden perfectamente explicar: sus ojos en un retrato, el cual perdí, pero llevo grabado a fuego.

Por algunos meses todo se volvió tranquilo y plácido. Todo se volvió azul, tal como me enseñó Lulu Santos en Tudo azul. Me había reconciliado con Brasil. Me sentía de ahí. Y desde ese entonces el azul se volvió un color que me sobrecoge. Es como hogar y amplitud, cielo y recogimiento: “somos muchos, no somos débiles, somos solos en esta multitud. Somos un solo corazón sangrando por el sueño de vivir” cantaba Lulu. Sólo me reencontraría nuevamente con ese azul 26 años más tarde en otros cielos lusófonos, en la nostálgica Coimbra. Pero esa es también otra play list.

Cuando pude juntar cruzeiros de mi mesada compré más cassettes. Es así como alcancé a grabar cerca de 50 canciones (cantidad no despreciable para una época sin internet). Meticulosamente elegidas, insistentemente oídas, grabadas y regrabadas a la perfección sin la voz de los locutores o de los réclames que desafiaban la expertiz largamente cultivada. Todas de la radio, de esa radio semi heredada, semi apropiada, semi mía. Esa que me prestaba mi padre, esa que me acompañó y me instruyó en la música de la vida. La última canción que grabé fue Ska de Paralamas do Sucesso: “la vida no es una película, no has entendido nada”.

(hay varios otros/as cantantes y/o grupos que no puse aquí, pero conforman mi play list de 1984; de cada uno de ellos me sé el éxito de ese año, los grabé cientos de veces, tarareo sus letras por las calles o carreteras cuando pongo mi play list en los auriculares del casco; a ellos mi homenaje: Lobão e os Ronaldos, Gilberto Gil, Nando Reis, Gal Costa, Djavan, Agapê, Marina Lima, Eduardo Dussek, Vinicius Cantuaria, Joanna, Angela Ro Ro, Sempre Livre, Guilherme Arantes, Rádio Taxi, Gonzaguinha, 14 Bis, Biafra, Ritchie, Magazine, Premê, Beto Guedes, Fafá de Belem, Beth Carvalho, Blitz, Toquinho, João Bosco, Ney Matogrosso, Gilliard, Marina Lima, Sandra De Sá, Simone. Si quieres oírla, aquí está:

https://open.spotify.com/playlist/0iiAZkv8eRr8qoUlFcB0qy?si=af54a3dd591b4bea ).

 

FIN